Pillalli: Tierra de Nobles

 


PILLALLI
Tierra de Nobles
Por Héctor Lizandro Hernández Pérez


Hola  todos, en esta ocasión les traigo un pequeño texto de mi autoría.

Todos alguna vez queremos tirar la toalla, un camino sin recompensa; por ese motivo y esas personas que piensan rendirse escribí este texto, espero que sea de su agrado, lo quiero mucho y perdón por no subir contenido en la semana, Admin. salvando materias.       

Les dejo un poco de música para que la escuchen mientras leen.


Todo ocurrió en un hermoso atardecer, jugaba en el río con mi hermana menor, mi madre también estaba y mi padre, él nos vigilaba desde la orilla, sentado en una gran roca. La felicidad prosperaba en la aldea, en especial en nuestra familia ya que mi madre había sido bendecida recientemente por los dioses con un nuevo bebé. Todo era tranquilidad y paz en nuestra vida, hasta esa tarde. 

Primero comenzaron los gritos desgarradores, después el humo con negras cenizas que envolvieron nuestro cielo, el fuego era mayor que nuestras casas y más violento que las lazas de nuestros cazadores. Mi padre corrió veloz con su daga a ver lo que ocurría, mientras mi madre nos sacaba del río; resguardadas detrás de un grueso árbol esperamos a que mi padre regresara, tardó un tiempo, pero regresó. Llegó herido y con una preocupación en su rostro, nos narró que un grupo de ladrones usurpó nuestra aldea, que eran demasiados y pudieron con nuestros hombres y guerreros.

Nuestra aldea había sido destruida, pocos escaparon, gracias a los dioses, mi familia y yo logramos escapar también, aunque sin nada más que nuestra vestimenta húmeda, un gran dolor en el pecho por perder esa vida tan cómoda. El camino a través de los sagrados arboles era muy largo, caminamos por horas hasta que bajó la noche, mi padre no podía seguir por sus profundas heridas y el dolor que esas conllevaban.

Mi padre fue perdiendo a gotas la vida, hasta no tener más, la lluvia se hizo presente en nuestras mejillas, los gritos de una viuda con un gran vientre llegaron a las nubes, el dolor de un pequeño corazón se hizo presente en mi hermana y algo se hizo pesado en mi interior, algo que no me dejaba continuar. Nadie quería seguir con el viaje, pero quedarse no era posible, tuvimos un momento para despedirnos, un momento para supera la tragedia, por más que queríamos vivir toda la vida junto a él, teníamos que crecer y vivir la nuestra.

Con mucho más dolor seguimos avanzando, mirando atrás solo para recordar y no para regresar. El dolor fue más aguantable con el paso del tiempo así que continuamos tranquilamente, nuestro padre era quien cazaba para comer, ahora era mi turno para intentarlo para cuidar de mi madre y hermana.

La caza no era lo mío, pero hice lo posible y mi mayor esfuerzo, algunas veces solamente atrapaba un pequeño ratón, otras absolutamente nada. Las quejas en nuestro estomago eran demasiado fuertes que nos hizo adelgazar unos kilos, llegó un momento en el que no comía nada, para que mi madre siguiera fuerte y sana.

Los días fueron semanas, las semanas meses, descansábamos las noches con una pequeña fogata, y el cuidado de los dioses, por la mañana cazaba y el resto del día avanzábamos. Nuestros pies estaban cansados, nuestro estomago casi vacío y nuestras esperanzas casi nulas; les insistía en seguir a pesar del dolor, que al final encontraríamos felicidad y comodidad, eso les hizo seguir adelante.

Seis meses pasaron, el vientre de mi madre era muy grande, apunto de explotar. En un día normal de caminata, mi hermana cayó desmayada, estaba ardiendo y muy adolorida; tuve que llevarla en brazos, ella estuvo así por dos días más. La desesperación de todos se hizo presente, las ganas de que acabara tal pesadilla eran tantas como el hambre que teníamos, pero la esperanza apareció en el último momento, cuando no queríamos continuar, cuando nos queríamos dormir por años en esa selva.

La esperanza o regalo de los dioses fue hallar unas tierras, una ciudad donde nos acogieron cálidamente, curaron a mi hermana, ayudaron a mi madre y nos alimentaron bien, nadie podía creer lo buenas que eran esas personas, nos aceptaron en su comunidad, pero tuvimos que comenzar desde cero, trabajando y construyendo un nuevo hogar, el camino fue muy difícil, pero de no haberlo recorrido, de habernos rendido, jamás habríamos llegado a esta ciudad, y disfrutar de nuestra actual vida, no quedaría alguien para recordar a mi padre y alguien para conservar su legado.

La ciudad se llama Pillalli y es el hogar de las personas nobles, personas que no cometen maldades, que siempre actúan de buena fe con todos, al llegar nos dijeron que todas las buenas personas eran guiadas aquí por los dioses, era una tierra en donde vivían quienes lo merecían, escondida en medio de la selva para que solo los valientes capaces de seguir sin descanso la lograran encontrar, los más fuertes, aquellos quienes pelean para seguir adelante, personas que conocen lo que es seguir de pie a pesar del gran dolor y desesperación.   

Rendirse nunca fue una opción para recorrer cualquier camino, pudo habernos tocado un camino fácil, pero no nos habría preparado para nuestra nueva vida o si sucede de nuevo. Los sacrificios y momentos dolorosos al final tienen su recompensa, solo debes continuar y mirar siempre adelante.


Moraleja: La vida puede ser difícil, y dolorosa pero debes seguir adelante, superar y resolver los problemas; al hacerlo obtendremos una gran satisfacción, una vida feliz y estaremos preparados para los nuevos problemas por venir. Siempre hay una gran recompensa al final del sufrimiento y esfuerzo, rendirse no es opción y seguir es una obligación.

Atentamente: Lizandro "el Guardián" Hernández. 

 

Comentarios

  1. ¡Excelso! Eres de lo que ya casi no hay, visionario. Tus prisa es genuina y desborda sentimiento y vida.

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  2. ¡Excelso! Eres de lo que ya casi no hay, visionario. Tus prisa es genuina y desborda sentimiento y vida.

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  3. De la banda sonora que acompaña tu escrito...¡excelso!

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  4. Una armonía perfecta para una obra tan sentimental. Magnifico. 💕

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